PRÓLOGO.
El texto necesario para irse por un rato.
El refugio gráfico.
Las letras puestas en palabras, en recursos literarios.
Para poder ver algo.
Que sea de verdad.
Algo que sea de papel.
Volver.
Y es suficiente así.
Que las palabras se vallan poniendo una al lado de la otra y que aparezcan.
Los silencios.
Y las razones propias de la hoja inspiradora.
La musa.
Nada mas hace falta para que al fin la sinceridad se pueda explayar.
Por un rato.
Simple como escribir porque si y con ganas.
Con la imperiosa necesidad de escribir.
No hace falta decir nada.
Se hace la palabra, la frase.
Porque es magia.
Entrar en un lugar distinto a cualquier hora.
Caminar por todas las ciudades y recorrer todos los llanos y cruzar todas las cordilleras
para llegar a todas las músicas.
Abrazar a lo lejos.
O viajar a la infancia.
APROXIMACIONES DIEGETEICAS
Juan ha cambiado para siempre, ya que nada tiene ahora la misma condición de su anterior sistema, nada, ni siquiera la pena o la muerte son iguales. Al principio el descubrimiento es un pequeño respiro, algunas gotas de lluvia para el desierto donde se estaba muriendo su corazón, un milagro que apareció de tanto pensar en él.
-I-
El tratado del tiempo es siempre efímero.
El sueño en estos días me ha traído aventuras
Estar solo en mi camarote existencial
Pergeñando un reportaje urbano y tentador
Arrugando las hojas del entusiasmo en las siestas cósmicas
El vuelo de los pájaros que vienen a juntarse en los árboles
Deja manchas que se ven por las mañanas
Y cuando la tarde oscurece hay peces asomados a la ventana.
Una espada de luz
Atraviesa la felicidad de este sueño absurdo
Otra vez el fuego en la noche volátil no me quema.
-II-
La primera sensación fue una visión de candelabros.
Luces.
Sudores.
Gemidos.
Voces.
Ruidos.
Sabor rancio en la boca seca, labios color violeta.
Un esfuerzo doloroso, girar, mover los párpados.
La televisión en la cocina.
Recuerdos.
-III-
Soñé que venía de muy lejos, hace mucho tiempo.
La corriente del río me cruzaba como miles de puñales.
Los perros estaban rabiosos.
Y había escarabajos.
El estado en ruinas debía proteger a los más débiles, asistir.
En las entrañas del estado, de las naciones, de las ciudades, de las murallas
del barrio también.
Una mirada de basural.
Una mirada de caballo.
Esperaba encerrado en las entrañas del planeta, me sentaba en las plazas sin llorar.
Volé.
El aire es un fluido que se derrama en el viento.
Soñé con un planeta de fiebre que se partía como una piedra.
Soñé con un vaso de agua transparente a la luz de una mañana.
Soné con correr con las manos.
Con escribir sin haber leído el diario, escribir para incendiar el
calendario.
-IV-
Dormí en el sudario la pasión de los horarios, la pasión de
estar cansado y estar perdiendo el tiempo en el pasado.
Me voy al nuevo día, cruzo la ciudad para comprarme una receta en el poblado.
-¡ Tengo lo que usted está buscando, que le parece mi vergüenza de paisano.
Estoy vendiendo el arado y el gusano, tiene usted pinta de ser todo un
malvado!
- ¡Venga a ver, está dormido, mire como sangra por la herida este malsano, mire
como brota de su entraña el nuevo día!
¡Deseo los perros, el muro blanco calcinado, la ciudad, los pasos, los
cristales que caían en verano!
Despierto soldado con metales transmutados.
-V-
En el frío de esta mañana está todo lo que ansiaba.
El pozo de luz donde van a parar las imágenes.
Donde van a parar mis días uno detrás de otro.
Donde va a parar el día en que me traicioné.
Tomo un taxi y bajo en la casa de Dios para pedirle mi alma.
Y en la casa de Dios hay prostitutas.
“Entraras para nacer de vuelta” decía la inscripción en el muro del Edén.
Fui complacido y luego se me ofreció una fuente para nadar.
Y pude probar el viejo oficio de respirar bajo el agua utilizando branquias.
Al atardecer volé sobre las ramas de los árboles del bosque.
A la noche cociné un gran banquete en el fuego para ellas y sus mounstros amos.
Y nos emborrachamos.
-VI-
El vuelo fugaz de un pájaro en el ojo que mira por la ventanilla.
El corte de espuma que deja el Ferry sobre el Inmenso Río.
Los Árboles de espinas que habitan los fondos de un pedazo de montaña.
La risa de los niños.
Amar la Flor.
Son razones suficientes.
-VII-
Los Cantos helados de la Luna,
Bañados de plata,
Resplandecientes como huesos en la noche,
Piedras de cuarzo blanco en el fondo de los ríos.
Aliento de rostros que escupen flechas de vidrio.
Los Cantos de la Luna hablan de antiguos peces.
Los Cantos de Fuego del accidente del aire.
Una siesta de enero brilla en el asfalto de Córdoba incandescente.
Canto de sartenes negras de hierro en las cocinas.
La sangre.
En los vientos de fuego vuelan los pájaros del calor.
-VIII-
Mis pasos que deberían seguirte
se pierden en conversaciones
en ruidos
en música.
Mis letras escriben tu nombre
y mis ideas me traen tu cuerpo
tus ojos
tu boca
tus besos
Hermosa Mujer.
Tengo recuerdos de haber sido feliz
está bien que no estés a mi lado
como aquellas noches de estrellas
porque hoy la lluvia es mi música nocturna.
Mis pasos se pierden en conversaciones
lunáticas
en ruidos
y pienso en las letras de tu nombre
que escribo sobre el agua
entre los reflejos de tu cuerpo dócil y tranquilo
en el recuerdo de tus ojos verdes otoñales
y en el olvido de tu boca de besos de azúcar.
TEXTOS DEL FIN DEL MUNDO SUBCONSCIENTE.
Soñé con el mundo más bello que jamás haya existido durante la historia del universo sensible y aun más allá. Era cada una de las cosas que moraban allí, cada una de las plantas, los animales y las piedras. Era la percepción que sufría la pasión de todas las cosas. Hablaba en el canto de los pájaros; en el ruido del viento en el follaje, en el ladrido de los perros. Y absolutamente todo pasaba por mi pensamiento. El espíritu del todo no era todavía, sino tan sólo el germen de una idea en el fondo del pensamiento. Como una moneda en el piso de un estanque. Y yo era la moneda y el estanque. Era Buda dormido bajo un árbol. Era un Dios Niño volando como el viento sobre los campos, las selvas y las cordilleras.
Cito a C. G. Jung: “Todo cuanto está en el inconsciente quiere llegar a ser acontecimiento, y la personalidad también tiende a desplegarse a partir de sus condiciones inconscientes y sentirse como un todo.”
“Lo que se es según la intuición interna y lo que el hombre parece ser sub specie aeternitatis se puede expresar sólo mediante un mito.”
Ultra mitología existencial.
Durante mi vida he tenido una serie de sueños que se repiten. En uno de ellos corro usando las manos y los pies, en una actitud física que podría comparar con la del animal cuadrúpedo, otras veces la actitud es la de un mono, en el sueño uso las manos para aferrar las hierbas más fuertes para darme más impulso y velocidad. Corro instintivamente, para uir o perseguir. En otros sueños estoy de pie en la corniza de una alta montaña, el viento sopla fuerte o hace calor y la piedra es insegura, y soy presa de una fuerza que es un temor, el miedo a caer. Otros son episodios en los que gradualmente desarrollado la capacidad de levitar y realizar vuelos. Y el sueño persecutorio, el oscuro de los senderos que se bifurcan, en el que hay un inmenso angar, en los que mis pies resbalan y las piedras del camino se desgranan en mis manos, y una fuerza tan poderos como el miedo me habla y me dice que no me rinda, que aun no he cumplido mi fin.
Sobre la ética de lo sublime y lo diverso.
El ser humano – en sí mismo, es el ente mítico: es el ente que se usa para hacer de si, él mismo. Una psiquis, un daimon, un espíritu que habla de diversas maneras y diversos lenguajes. Un Ente – Un Mito – Un ser Humano, constituido por un lenguge, un atavismo, un logos que se remonta a lejanas regiones que arden en el fuego.
La visualización del ciclo, la emisión de la frase, de la historia, está en la intencionalidad y en los fines del Lenguage. El sustento de todo intento de teoría sobre la verdadera realidad, se funde en definir y decir cuales son, o fueron los hechos, para verlos, juzgarlos, escribirlos, grabarlos, contarlos, para poder hacer algo con ese asunto.
La multiplicidad hace que el espíritu humano sienta, lo pone en las cosas, lo baja a la tierra, pero no a una tierra del todo simple, sino a una tierra que debera inventar en sus descubrimientos. Una empresa util y primera está en resolver las necesidades de la praxis para generar beneficios, de usar los medios de producción y las cosas con la intencionalidad final de hacer de su tierra un mundo bello.
El sartén.
Ayer compré un sartén. Estaba sentado en la mesa, hay muy pocas cosas que mirar, las paredes blancas, un sofá de cuero negro, el televisor negro en la pared, un escritorio de vidrio, donde está la PC que también es negra y algunos libros con tapas de distintos colores y de diversos formatos. Me había levantado a eso de las tres y estaba mirando todo el asunto y había empezado a leer un libro que cada tanto ojeaba. Ya eran como las seis y la tarde estaba nublada y buena. Yo estaba pensando que afuera empezaría a soplar la brisa fresca. Salí a barrer y baldear el patio del departamento de mi hermano que había ido a hacer temporada a Brasil y que yo aveces usaba los días que tenía que venir a centro, un inmenso horno en los días de Enero.
No había mucho más que eso, la televisión estaba prendida y con el volumen bajo, había pasado la noche haciendo zapping, mirando deportes y series en I – Sat. La radio pasaba rock & roll y tenía un disco de Miles Davis en la PC para escuchar con los auriculares. Estaba pensando en ir hasta el bazar que cierra a las ocho y comprar un buen sartén que no tenía. Lo pensé mientras lavaba los platos, me dije, cualquier cosa buena es mejor que mil malas. Si me dieran a elegir entre una herramienta buena y mil malas, debería siempre quedarme con tan solo una buena.
Los planes de tomarme unos días para escribir más fuerte se están cumpliendo. Aunque puede pasar que algún día me encuentre sin ganas de escribir nada. O que tenga que hacer algún trámite, o visita. O recibir a alguien. Entonces de los días de la semana termino usando cuatro.
Cuando mi padre trabajaba escribiendo los editoriales de “La Voz” una vez fue el general Menéndez y le pido a Jorge Remonda, que era el director del diario, el nombre del autor de una editorial de mi padre, y Jorge Remonda le dijo a Menéndez que las editoriales las firmaba el director del diario y que él era el autor. Yo era un niño cuando escuchaba esa historia y de pronto esos dos tipos, el editorialista y el director del diario, se convertían en los mejores del mundo, en heroes de un policial negro norteamericano. En la infancia pasaba horas en la biblioteca mirando los libros, leyendo palabras que habían escrito tipos seguramente tan grandes y tan picantes como las historias que escribían.
Mi padre heredó de su madre el amor por la cocina, y yo aprendí a amarla cuando viví con ellos en Barrio General Paz. Esa casa la había buscado él a los catorce años, cuando llegaron de Buenos Aires y dejó el colegió que nunca terminó, El Colegio Nacional Dean Funes, donde fue el Che Guevara, mi cuñado Américo y Donde cincuenta años después logré graduarme de bachiller. Entre los pocos libros de los estantes del departamento desearía encontrar los cuatro tomos de las “Memorias”, impecablemente escritas por el General José María Paz. Pero no están aquí, están en la habitación que mi madre hizo para mi en su casa de Rio Ceballos. Hay seguramente algún libro de ciencia ficción, y en realidad quiero leer algo de aventuras escrito en buena prosa para activarme, veo entre mis cosas una novelita de Raymond Chandler, eso va a estar bien, ya he leído unos parrafos y son excelentes.
A los catorce años mi padre entró a trabajar en YPF y nunca más volvió al colegio. Él me contó que en una época, a los veinte, vivió en Carlos Paz, hacía fortunas vendiendo autos y lo único que le interesaba eran las pilchas y las minas. Después viajó a chile y vivió con la familia de los poetas De Roka y estudió con el pintor Batlle Planas. Batlle Planas les dijo que fueran a hacer la película de Jacobo Fijman, y es el autor de la carta apócrifa que el pintor Fernando Fader le escribe a su esposa en un corto documental que hicieron por esa época también. Hay un guión sobre el General Paz. Me gustaría ver esa película, sería melancólica, te haría llorar, el final del guión es épico, después de una batalla, la tropa está agotada, se van despojando de cacharros, heridos caminan por un cañadón, bajo el sol, y continúan la marcha, y el General Paz va al frente de sus hombres. Me gustaría editar “La Calesita”, película que fue filmada y a la que solo falta montar. Hoy la estuve viendo, es alucinante. Y hay una toma de mi padre, que en ese momento tiene la misma edad que yo ahora, con la calesita al fondo, mi padre camina de frente con un balde de albañil en la mano y hace un gag para la cámara. He congelado las tomas y he visto nuestro gran parecido, aunque él era bastante más bajo que yo. El medía un metro setenta y tres y yo mido uno ochenta. Entre las cosas de mi padre hay un cuaderno con poemas escritos por el poeta Pablo De Roka hijo, y recuerdo una poetisa De Roka muy buena, que tiene un hermoso nombre, Wineth.
Todo lo que me queda son sueños.
Me bajé de un ómnibus a las 08 y 19 en Avenida Colón y Santa fe, porque la maldita situación del tráfico no daba para más, supongo que es así en todas las grandes ciudades, lo sé además porque lo vi en las películas y en las series de t.v.
Pero cuando sos un novato en el tema al principio te lleva tiempo acostumbrarte a cualquier cosa. Al principio sólo es cuestión de práctica y mundo de atención, y compromiso, sobre todo eso, compromiso. ¿Querés llamarlo como quieras?
No sé.
Para mí se sigue llamando compromiso.
Y el amor por volver al hogar.
Una casa con un jardín sobre un pedazo de tierra.
Yo creo que la pasamos endemoniadamente bien, el otro día me lo dijiste cuando chateábamos por internet.
No me quieras convencerte tan pronto, no quieras hacerme creer que estuve viviendo fuera de la realidad.
Podríamos llevar una vida normal, yo saldría temprano en la mañana y vos sólo tendrías que ocuparte del jardín. Y a la tarde veríamos el sol caer sobre el río; en nuestra huerta habría millones de colores, habría un montón de cosas buenas, si tan sólo te quedaras a desayunar.
En la calle pensé en un millón de cosas. Pero lo cierto es que tuve que ponerme de este lado de la máquina, (es lo que hago cuando trato de escribir); nunca jamás había visto unos pies tan bonitos como los de la foto que te tomaste esa tarde en la carretera.
Puedo jurar una y otra vez.
Puedo jurártelo un millón de veces.
No me preocupa para nada lo que pueda pasarle a mi corazón.
Estuve mal algunas veces y estuvo bastante bien.
Estuvo bastante bien.
Estuvo bien caer tantas malditas noches.
Aunque ahora me da pánico acordarme.
Podría jurártelo una y otra vez hermosura.
Cuando pienso en un futuro de rosas no me parece nada mal.
Sólo pienso en un futuro en el que todo sea bueno para nosotros.
En eso pienso todo el tiempo.
Buenos Aires.
Estoy a pocos kilómetros y el tren me va a llevar.
Y sólo confío en llegar a tus restaurantes y cenar.
Es tan dulce divisar los cielos de la ciudad.
Tan sólo hay campos y campos sembrados para mirar desde donde estoy sentado.
Fue una verdadera suerte haber conseguido un buen lugar.
Y lo cierto es que hasta me han traído algo bueno para beber.
He bebido y he disfrutado de mi almuerzo en el coche comedor.
Es maravilloso ver los campos y a lo lejos los cielos de la ciudad.
Ciudad de Córdoba.
Pronto voy a pasar cerca del barrio donde nací.
Y los recuerdos me van a cruzar de derecha a izquierda.
Y si estuve despierto a tiempo voy a poder mirar el tremendo tráfico que hay después de pasar el aeropuerto.
Una noche entre los relámpagos la luna brillaba como un diamante antiguo.
Pero esa noche no fue tan buena como la vez que me llevaste al muelle a mirar las estrellas.
Extraño el calor que hacía en el auto.
Y lo suave y dulce que besaban tus labios.
El centro de Córdoba es un caos gris esta mañana.
Desayuno y leo el diario mientras voy amontonando letras en mi imaginación.
Voy a poner unos cacharros en el fuego para hacer algo de comer.
Es un nuevo día en la ciudad y el rigor del la gran maquinaria se hace escuchar.
Hay algo que alguna vez adiviné en este presente.
Hay un trato que hice una vez.
Es sólo que no lo recuerdo demasiado bien.
A veces pienso que fue tan sólo un sueño.
Quizá haya estado siempre ahí.
Desde el principio.
Antes del Rock & Roll y todo lo demás.
No recuerdo bien el último sueño que me dejó tan impresionado.
Fue una de estas últimas noches, estuve durmiendo estos días.
Era una carrera de mounstros antediluvianos, yo iba montado en uno de ellos, en un escenario apocalíptico.
De pronto en la tierra se abrió un gran abismo y sentí una emoción entusiasta.
Y desperté.
El maldito teléfono celular me despertó.
Córdoba, Enero de 2012.
REVISTA LITERARIA
N e v e r l a n d
Gorro de lana, cuatro pesos, cinco de la mañana, cigarrillos.
Lunes, lejos del bar, de la noche muerta de calles que limpian con mangueras a presión neumática. Las luces apagadas, aquí, adentro de la ventana cerrada, la puerta ventana. Espero, pienso la jugada.
El fracaso, despertarse, invertir la plata, engordar, tener la piel rosada, generar legítimos recursos, amar. Militar por la reforma, por nuestro espacio de libertad, marchar, tender la cama, posar, ganar en la barra, pedir permiso, preguntar en el aula, ser invitado, aplaudir con ganas, reír a carcajadas, opinar sobre la matanza, comer con la empleada, mano a mano, porque así se peleaba. Había que salir de la vida disipada, la vida que no conduce a nada, que conduce al hospicio, o al a cárcel, o a la zanja. Había que salir de la vida deteriorada. Bienaventuranza: el boludito que fuiste en la primaria, en la secundaria, en la universidad, en la entrevista, en tu vida contemporánea. El espejo. La paja.
El Mundo Fantástico de Germán Wendel
Son gigantes habismados al descubrimiento, a la memoria y a la melancolía, habitantes de un alma nueva, apariciones oníricas de una belleza inquietante, alucinante, conmovedora.
ENTREVISTA
5 Preguntas a Germán Wendell
x Blef
-Personalmente encuentro la vida en Buenos Aires más estimulante, pero es una apreciación subjetiva, básicamente vivo en mi casa encerrado pintando, y salgo poco, generalmente voy a ver muestras, y acá por una cuestión de habitantes, las ofertas son mayores y más variadas, nada más.
Por otro lado no es un detalle menor que aquí el mercado es más amplio y hay más posibilidades de mover la obra...
- ¿Qué tipo de experiencia crees que vive colectivamente el arte en Córdoba?
-Me siento incapaz de hablar sobre el arte como un hecho colectivo, casi que no me interesa, lo que si puedo decir es que en Córdoba, tradicionalmente, han habido excelentes artistas con una sensibilidad propia y reconocible, no tan contaminada como la de ciudades mas grandes en las cuales la "actualidad" del arte tiene un peso mayor.
- ¿Qué es lo que se percibe desde Buenos Aires?
-En general hay un reconocimiento de muchos artistas (hablo de pintura, que es mi malambo) de varias generaciones, todos perciben el "sabor" local de la pintura cordobesa, los tiempos, la presencia del paisaje en la obra, el humor, etc.
- ¿En qué estás trabajando ahora?
-Ahora estoy trabajando sobre pinturas sueltas, un poco de aquí y otro poco de allá, siempre vuelvo a mi viejo amigo Brueghel, Estoy enganchado con "El país de Cucaña" una obra que representa el ideal de paraíso de una época donde la comida era escasa…
- ¿Cómo definirías tu técnica de trabajo?
-Desde el aspecto formal pinto sobre tela con acrílico, cuando el acrílico da todo lo que tenia para dar paso al óleo, es decir, aprovecho las ventajas del acrílico (rapidez de secado, fácil manejo, sin olor, etc.), para "armar" la pintura, y después si hace falta paso al óleo, de mejores cualidades plásticas.
Trabajo sobre varias obras a la vez, en general, y voy pasando a la que me le anímo. Trato de no meter mano si no tengo ganas, eso es una cosa que respeto mucho, no me considero un obrero de la pintura con horarios de trabajo estipulados, pinto cuando tengo ganas de pintar.
jueves, 9 de febrero de 2012
LA FUENTE DE MONEDAS
I
Mientras el Ferry alcanza los treinta nudos de velocidad los recuerdos se caen a pedazos en mi mente, la geografía que se despliega frente a mi ocupa todo el plano: el agua brilla como un inmenso asfalto ondulante y al fondo se ven el faro y las primeras luces de la Ciudad del Ocaso. Lágrimas de sincera felicidad borotan de mis ojos, ocultos por mis anteojos marrones de carey. La muchacha hermosa que viaja delante de mí parada junto a la barra de expendio de bebidas y alimentos mira por la ventanilla y lleva unos auriculares. Cuando hacemos fila para decender sigue abstraída, mirando por los cristales marroes de sus gafas. Su belleza me parece una buena premonión, decido tomarlo como un buen augureo.
Bajé del Ferry y caminé por el puerto afiebrado de sol tratando de encontrar un taxi. En el playón donde estaba el estacionamiento vi la parada de taxis y aborde el primero de la fila. Llevaba un bolso mediano con algunas mudas colgando del hombro, en el bolso llevaba también una libreta con direcciones, notas y números de teléfono y un libro de poemas de Johny Barlycorn. Le dije al chofer que me llevara hasta un barrio llamado “Alborada”, al número 19 de la calle Fénix, frente a la puerta de la casa de Candela.
Cuando toqué a la puerta de chapa con mis nudillos el corazón me saltaba del pecho. Después de diez segundos la puerta se abrió y Candela, brillando como un ser de luz, apareció descalza, vestida con
unos jeans y una remera sin mangas roja, con una estrella dorada en el pecho, se quedó apoyada en el marco de la puerta sonriendo y me dijo:
- ¡Hola, por fin nos conocemos!
II
Quedan los interminables pensamientos sobre todas las cosas flotando en el aire de las horas que han pasado, consumiendo la claridad natural del sol, para dar lugar a la noche basta de este lado del planeta. Música de rock acciona las teclas y el frío glacial está afuera soplando su aliento de espejo en mi ventana.
Tengo sobre mi escritorio el manuscrito de Johny Barlycorn. Una novela fantástica de aventuras que trata sobre las peripecias de Jacobo Nowerman y sus amigos. Son las cuatro de la mañana y me digo que quizá debería descansar para levantarme mañana, para ir a las destartaladas cocinas, donde arden las llamas de la gastronomía loca de las grandes urbes y las ratas y las cucarachas evolucionan. Yo sólo tengo ganas de escribir estos pensamientos vagos, que me mantienen en vela a estas horas, en esta soledad invariable de la que estoy hecho, que me recibe como una madre metafísica y que mantiene vivo el fuego.
Mañana saldré o no de este mundo, de este refugio de letras amontonadas una al lado de la otra, para ir a ese mundo real, disfrazado para enfrentar las calles rotas del cascarón de hierro y cemento por el que corren arroyos de mierda, donde millones de personas salen a hablar de cientos de asuntos y conseguir sus cosas.
Vuelvo a hojear el manuscrito de Barlycorn, el relato de sus aventuras, vuelvo a ver a Candela. La propaganda en la televisión habla de grandes
logros, de inclusión, de nuevas oportunidades. Estoy desfasado, soy una imagen que tiembla en la realidad, una especie de espejismo.
Entre los recuerdos que tengo de mi infancia hay uno que se repite infaliblemente. Estoy sentado, a los cinco años, en la mesada de granito de la cocina de la casa de mi abuela Victoria, aprendiendo los trucos, embriagado por los olores de esa cocina, por el dulce olor del comino, las manzanas acarmeladas con canela y el jengibre en polvo; y el alucinante sabor de las mandarinas, y el reloj de pared donde aprendí a leer la hora.
El ruido de los parlantes es infernal. Espanta los fantasmas, los entretiene y no están husmeando detrás de mí, con sus caras pegadas a la mía, mirando lo que hago, o respirándome en la nuca. Recuerdo los tiempos en La Ciudad Perdida: las uñas afiladas de los vampiros que daban fiestas clandestinas en el centro. Y recuerdo cosas que les pasan en la calle a los vagos y a los dormilones del opio. Las cosas que les pasan en la calle a los vagos y a los adictos en los cuentos de terror decimonónicos.
III
Con Andrea fuimos al muelle varias veces. Ella tenía un lindo auto pequeño, de los noventa. O íbamos a la playa. Era una de las mozas del bar de Johny y amiga intima de él.
El bar de Johny se llamaba “Avante Garde” y estaba en el Histórico Barrio donde todavia los cañones apuntaban a una Fragata de fantasía. Passepartout, Jacobo Nowerman y Naninga eran los chefs y hacían todo el trabajo de la cocina, y Adriana y Monéele se habían especializado en el servicio de la coctelería.
Andrea atendía el salón.
Yo me sumé a la cocina cuando explotó la temporada, después de trabajar con el underender en “La Nave”, un restaurante de vanguardia en Utopía.
Una noche Jacobo trajo noticias de Johny. Estaba en una comisaría del primer distrito hacía dos días por riña.
Nuestro abogado y amigo David Rosenthal se ocupó del papeleo. Recuerdo a Andrea diciéndome lo mismo que estábamos pensando los cuatro al unísono, Johny estaba viejo para esos trotes. Igual habían cobrado tres matones y un par de policías. Johny se llevó una costilla rota y tres o cuatro manos en la cara.
IV
Estoy leyendo el manuscrito de la novela de Johny:
“Esa noche llovía, el Amador se mecía sobre las olas embravecidas por la luna, que era un enorme disco brillante que atravesaba las nubes como los cuerpos de luz atraviesan las ramas del bosque.
Divisé una playa abierta que parecía segura, y logré anclar la nave en las piedras del fondo, a unos doscientos cincuenta metros de la costa. Decidimos pasar la noche tomando brandy, abrí una cajas de habanos y fumamos.”
V
Bebí un par de cervezas con los cocineros, luego me reuní con mis amigos y amigas de la Editorial Pulmón y bebí ellos en al Bar Místico, me senté en la barra y me tomé dos buenas pintas. Cuando cerraron el bar pasé a ver si me vendían algo de alcohol en el bar de travestis de la vuelta, pero no tuve suerte porque ya estaba cerrado, sólo quedaba para comprar “merca” ahí en el cordón de la vereda.
En una noche de borrachera idiota una vez quedé tirado inconciente en el puerto, no me llevaron los zapatos y el dinero, pero me desperté cuando un viejo pervertido trataba de chuparme la pija.
Andrea se me clavaba como una estaca, ahora quería terminar de putas, dejé la “merca” con las “dilers” y encaré hacia una linda casona donde ver desfilar chicas lindas y maduras que por un cien me iban a dar bola.
VI
Me la pasé en cama hasta el mediodía, hasta que tuve el coraje para enchufarme a la realidad nuevamente, yerba mate, televisión, libros, azucares, hidratos de carbonos, proteínas y agua. Una vez bien colocado, escuchar música y escribir algo. Y el ibuprofeno 400 para pilotear los dolores de mi reciente regreso a las canchas de fútbol. Pero ese dolor es compensado por las cantidades industriales de felicidad química que producen los deportes.
El cachorro se tira a dormir en mi bolso que le resulta una cucha ideal, tiene toda la ropa salida para afuera, como las tripas de un tipo abierto con una navaja y tirado en un callejón.
VII
Vuelvo en el taxi de la memoria unos días atrás, y una sucesión de fiestas, días de calor y tramites se apodera de mi mente y me suelta, justo a tiempo para volver al blanco de la página. El chofer del taxi de la memoria me trae por el atajo del presente. Y me trae a la realidad, a la lucidez. Veo mi sombra proyectada en la pared. Es la de un tipo despeinado que escribe, de mala postura para sentarse. No totalmente falto de estado físico y reflejos.
la melancolía me envuelve, como un remolino de recuerdos, me devuelve a los tiempos en que viví tan desopilantes aventuras.
Naninga era el encargado de los Apetaisers aquella noche y cuando entraba la primera orden tenía unos treinta listos. Los flanes ya estaban enfriándose en la cámara de frío y teníamos varias decoraciones de toda forma y color a mano, en las mesadas de emplatado. Monéele, Adriana y Andrea nos ayudaban en ese momento con el fajinado de platos. Le habiamos dado unos amables besos a una hermosa flor de mariguana debajo de la campana y el extractor eyaculaba el exquisito, suave y dulce aroma de la mirepoix junto al delicioso aroma del cogollo maduro y azucares quemados. Todos trabajamos esa noche con un solo objetivo: la gloria. Nuestros bolsillos estaban llenos del dinero que Johny Barlycorn nos pagaba por semana y la habíamos pasado de lujo.
Así es como te lo enseñaban en el restaurante de Johny y así es como yo lo aprendí. Tu mejor capital siempre será ser mejor cocinero, no es una carrera, es una evolución que debe suceder todo el tiempo, la cocina es una intervención de la materia, también de los espacios y una música.
VIII
Cuando Johny me contó por primera vez la historia habíamos fumado y estábamos un poco borrachos, así que lo tomé con total naturalidad, con la naturalidad de estar compartiendo asuntos fabulosos, uno más de ellos. Sin embargo luego, con el transcurrir de los días, me fui dando cuenta de que tenía una buena historia entre las manos y solo tenía que negociar con mi incapacidad para contarla, pero lo importante era que tenía una buena historia entre las manos, y eso me daba la excusa perfecta para ponerme a escribir. Claro, yo sabía que con eso mi vida entrava una aventura alocada, de la que por el momento le era bien desconocido el final. Pero mi noviazgo con Andra se terminó y con el cientos de horas ocupadas en las banalidades del amor y la felicidad. Me lancé a la aventura. Fui a La Ciudad del Ocaso y conocí a Candela.
VIII
Hace tres días que el tiempo se detuvo en mí y me recliné sobre los días de televisión, mates y máquina de escribir. Hay algo en esta última parada fantástica que me hace volar más rápido que otras veces.
Debo concentrarme sin embargo, he ido perdiendo y soltando de a poco el relato, la historia escrita sobre el agua se desvanece. Candela me había contactado el verano anterior al que nos conociéramos por correo electrónico primero y luego por chat. Después de cruzar palabras románticas la relación epistolar se puso muy caliente.
Lo que sucedió esa mañana cuando Candela me abrió la puerta por primera vez fue la consumación de toda esa dulce fantasía. Yo había llevado algunos regalos y ella los abrió con inmensa felicidad, luego me tendio la mano y nos vesamos.
IX
Cuando viajé al pasado no sabía que las cosas iban a ser así. La Corporación de psiquiatría me vendió el boleto y yo tomé el tren.
Creía que había pasado por demasiadas complicaciones, pero si miro hacia atrás veo a un tipo tomándose las cosas demasiado a la ligera aun como para resolverlas. Simplemente estaba desocupado y la angustia de mi orgullo herido me dio temeridad, nada más. Yo me había preparado para las mejores aventuras, para los trabajos más duros, tenía que hacer algo con toda esa fuerza revolucionaria y vanguardista que había en mí. Y sobre todo debía resolver el asunto de combatir con los fantasmas de mi espíritu que provenían de ese más allá en el que se había convertido mi maldito pasado. Esos demonios que conspiraban permanentemente contra mi y mis objetivos de cocinar y escribir la historia. Había perdido mi ángel en medio de la aventura y debía rescatarlo.
Dejé a Candela ese día en el andén guiado por mi absoluta curiosidad por la verdadera realidad y tomé el maldito tren hacia mi libertad.
X
La toalla, el oscuro y manchado trapo mojado que envuelve la cara de Johny chorrea agua y sangre. Johny está medio muerto y colgado de las manos a una viga del techo. Ahora se ha desmallado, los ángeles cantan y la luz se abre para él.
Vine a trabajar al mar durante la temporada de verano, para juntar dinero y escapar del antro gastronómico de Ciudad Central. Anoche escuché por radio las noticias del golpe de estado en Ciudad Central y a la una de la mañana recibí la llamada de Jacobo Nowerman, recogí mis cosas y tomé el rápido de las 04:00, temiendo que fuera demasiado tarde.
En el puerto de Ciudad Central está esperándome la bella Monéele. me pregunto porqué siempre se la ve magnífica, aun en estas circunstancias. A veces sospecho que es una diosa en la tierra. Su presencia mejora mi estado de ánimo inmediatamente, me invita a subir a una coupé Mazda, me da un beso, y mientras me cuenta todas las novedades conduce velozmente a través de los ficticios oasis que le arrancan el calor y la luz del sol a la ruta de asfalto. A estas horas ya es un quilombo nacional, la noticia ya está en todos los medios.
Johny estaba en el techo del restaurante junto a sus cocineros disparando contra una columna que avanzaba a tomar casa de gobierno y tuvo que retirarse en dispersión cuando se hizo fuerte la balacera, en la retirada y a la carrera tuvo una mala caída y fue apresado. Monéele sabe que no tengo mucha práctica con armas de fuego, así que me pide que
esté al volante cuando ella y los otros entren a sacar a Johny, y me da algunas indicaciones de manejo mientras llegamos al Restaurante de Jacobo Nowerman.
Antes de bajar me da una pistola 22 cargada con seis balas y doce balas más en una caja junto con las indicaciones de como usar el seguro y como cargarla. Yo no sabía donde mierda poner el fierro que no fuera la guantera del conductor, así que lo puse ahí. Cuando me estoy acomodando en el asiento del conductor, salen Naninga y Passepartout que suben atrás y Adriana que se sienta a mi lado. Y detrás de ellos salen el underender y Jacobo Nowerman que subieron a una Kawasaki 600. Estaba también en la vereda David Rosenthal, que se iba a los tribunales en su viejo Dodge.
Fue fácil entrar, Passepartout, Adriana y Jacobo Nowerman tomaron de rehenes a los seis guardias que estaban adentro y Naninga y el underender apresaron al militar a cargo y a dos sargentos más.
El trapo que chorrea agua y sangre se hunde hacia adentro a la altura del hueco de la boca, se hunde y luego se infla como una media cereza, Johny despierta y aspira para llenar sus pulmones de aire y de vida otra vez, después de haber estado en la muerte, recuerda dónde está, está colgado de una viga, reconoce esa voz que lo llama, es la voz de Naninga.
salieron con Johny Barlycorn, que estaba picaneado y medio muerto. Monéele había sido la primera en llegar en moto y estuvo siempre en la calle, de campana. Adriana se puso en la falda a Barlycorn y nos fuimos al hospital. Estaban dando los primeros auxilios a Johny cuando empezaron a pasar por la televisión la noticia de que las fuerzas
anarquistas habían aplastado al golpe de Estado, eran las once y media de la mañana y el sol era un disco caliente y amarillo en el cielo celeste..
El viejo Barlycorn estaba mal. Pero se iba a salvar. Iba a tener que hacerse una dentadura nueva por lo pronto. Y el doctor nos recomendó varias veces, lo importante que era que no bebiera fuerte por un tiempo.
Por suerte el viejo es duro, los últimos treinta años se los ha pasado colgado de la barra y eso le salvó los brazos, sus músculos son tan fuertes como la madera de los grandes espinos del monte. Estuvo seis días en coma farmacológico y al séptimo empezó a comer puré. Los pasillos y la recepción del hospital pronto se acostumbraron a un montón de chicas que lo adoran, amigas y novias, que vienen a verlo y le hacen regalos y mimos.
XI
A estas horas podría estar en una fiesta en la casa de al lado, en algún bar en el centro, o lo mejor de todo, durmiendo. Pero no puedo despegarme de la puta pantalla con parlantes en la que escribo. Apenas tengo tiempo para fumar mal un pucho y tirar cenizas a mi alrrededor. Y lo cierto es que mañana me espera un largo día. Pero eso lo voy arreglar mañana. Es hora de escribir.
Mientras el Ferry alcanza los treinta nudos de velocidad los recuerdos se caen a pedazos en mi mente, la geografía que se despliega frente a mi ocupa todo el plano: el agua brilla como un inmenso asfalto ondulante y al fondo se ven el faro y las primeras luces de la Ciudad del Ocaso. Lágrimas de sincera felicidad borotan de mis ojos, ocultos por mis anteojos marrones de carey. La muchacha hermosa que viaja delante de mí parada junto a la barra de expendio de bebidas y alimentos mira por la ventanilla y lleva unos auriculares. Cuando hacemos fila para decender sigue abstraída, mirando por los cristales marroes de sus gafas. Su belleza me parece una buena premonión, decido tomarlo como un buen augureo.
Bajé del Ferry y caminé por el puerto afiebrado de sol tratando de encontrar un taxi. En el playón donde estaba el estacionamiento vi la parada de taxis y aborde el primero de la fila. Llevaba un bolso mediano con algunas mudas colgando del hombro, en el bolso llevaba también una libreta con direcciones, notas y números de teléfono y un libro de poemas de Johny Barlycorn. Le dije al chofer que me llevara hasta un barrio llamado “Alborada”, al número 19 de la calle Fénix, frente a la puerta de la casa de Candela.
Cuando toqué a la puerta de chapa con mis nudillos el corazón me saltaba del pecho. Después de diez segundos la puerta se abrió y Candela, brillando como un ser de luz, apareció descalza, vestida con
unos jeans y una remera sin mangas roja, con una estrella dorada en el pecho, se quedó apoyada en el marco de la puerta sonriendo y me dijo:
- ¡Hola, por fin nos conocemos!
II
Quedan los interminables pensamientos sobre todas las cosas flotando en el aire de las horas que han pasado, consumiendo la claridad natural del sol, para dar lugar a la noche basta de este lado del planeta. Música de rock acciona las teclas y el frío glacial está afuera soplando su aliento de espejo en mi ventana.
Tengo sobre mi escritorio el manuscrito de Johny Barlycorn. Una novela fantástica de aventuras que trata sobre las peripecias de Jacobo Nowerman y sus amigos. Son las cuatro de la mañana y me digo que quizá debería descansar para levantarme mañana, para ir a las destartaladas cocinas, donde arden las llamas de la gastronomía loca de las grandes urbes y las ratas y las cucarachas evolucionan. Yo sólo tengo ganas de escribir estos pensamientos vagos, que me mantienen en vela a estas horas, en esta soledad invariable de la que estoy hecho, que me recibe como una madre metafísica y que mantiene vivo el fuego.
Mañana saldré o no de este mundo, de este refugio de letras amontonadas una al lado de la otra, para ir a ese mundo real, disfrazado para enfrentar las calles rotas del cascarón de hierro y cemento por el que corren arroyos de mierda, donde millones de personas salen a hablar de cientos de asuntos y conseguir sus cosas.
Vuelvo a hojear el manuscrito de Barlycorn, el relato de sus aventuras, vuelvo a ver a Candela. La propaganda en la televisión habla de grandes
logros, de inclusión, de nuevas oportunidades. Estoy desfasado, soy una imagen que tiembla en la realidad, una especie de espejismo.
Entre los recuerdos que tengo de mi infancia hay uno que se repite infaliblemente. Estoy sentado, a los cinco años, en la mesada de granito de la cocina de la casa de mi abuela Victoria, aprendiendo los trucos, embriagado por los olores de esa cocina, por el dulce olor del comino, las manzanas acarmeladas con canela y el jengibre en polvo; y el alucinante sabor de las mandarinas, y el reloj de pared donde aprendí a leer la hora.
El ruido de los parlantes es infernal. Espanta los fantasmas, los entretiene y no están husmeando detrás de mí, con sus caras pegadas a la mía, mirando lo que hago, o respirándome en la nuca. Recuerdo los tiempos en La Ciudad Perdida: las uñas afiladas de los vampiros que daban fiestas clandestinas en el centro. Y recuerdo cosas que les pasan en la calle a los vagos y a los dormilones del opio. Las cosas que les pasan en la calle a los vagos y a los adictos en los cuentos de terror decimonónicos.
III
Con Andrea fuimos al muelle varias veces. Ella tenía un lindo auto pequeño, de los noventa. O íbamos a la playa. Era una de las mozas del bar de Johny y amiga intima de él.
El bar de Johny se llamaba “Avante Garde” y estaba en el Histórico Barrio donde todavia los cañones apuntaban a una Fragata de fantasía. Passepartout, Jacobo Nowerman y Naninga eran los chefs y hacían todo el trabajo de la cocina, y Adriana y Monéele se habían especializado en el servicio de la coctelería.
Andrea atendía el salón.
Yo me sumé a la cocina cuando explotó la temporada, después de trabajar con el underender en “La Nave”, un restaurante de vanguardia en Utopía.
Una noche Jacobo trajo noticias de Johny. Estaba en una comisaría del primer distrito hacía dos días por riña.
Nuestro abogado y amigo David Rosenthal se ocupó del papeleo. Recuerdo a Andrea diciéndome lo mismo que estábamos pensando los cuatro al unísono, Johny estaba viejo para esos trotes. Igual habían cobrado tres matones y un par de policías. Johny se llevó una costilla rota y tres o cuatro manos en la cara.
IV
Estoy leyendo el manuscrito de la novela de Johny:
“Esa noche llovía, el Amador se mecía sobre las olas embravecidas por la luna, que era un enorme disco brillante que atravesaba las nubes como los cuerpos de luz atraviesan las ramas del bosque.
Divisé una playa abierta que parecía segura, y logré anclar la nave en las piedras del fondo, a unos doscientos cincuenta metros de la costa. Decidimos pasar la noche tomando brandy, abrí una cajas de habanos y fumamos.”
V
Bebí un par de cervezas con los cocineros, luego me reuní con mis amigos y amigas de la Editorial Pulmón y bebí ellos en al Bar Místico, me senté en la barra y me tomé dos buenas pintas. Cuando cerraron el bar pasé a ver si me vendían algo de alcohol en el bar de travestis de la vuelta, pero no tuve suerte porque ya estaba cerrado, sólo quedaba para comprar “merca” ahí en el cordón de la vereda.
En una noche de borrachera idiota una vez quedé tirado inconciente en el puerto, no me llevaron los zapatos y el dinero, pero me desperté cuando un viejo pervertido trataba de chuparme la pija.
Andrea se me clavaba como una estaca, ahora quería terminar de putas, dejé la “merca” con las “dilers” y encaré hacia una linda casona donde ver desfilar chicas lindas y maduras que por un cien me iban a dar bola.
VI
Me la pasé en cama hasta el mediodía, hasta que tuve el coraje para enchufarme a la realidad nuevamente, yerba mate, televisión, libros, azucares, hidratos de carbonos, proteínas y agua. Una vez bien colocado, escuchar música y escribir algo. Y el ibuprofeno 400 para pilotear los dolores de mi reciente regreso a las canchas de fútbol. Pero ese dolor es compensado por las cantidades industriales de felicidad química que producen los deportes.
El cachorro se tira a dormir en mi bolso que le resulta una cucha ideal, tiene toda la ropa salida para afuera, como las tripas de un tipo abierto con una navaja y tirado en un callejón.
VII
Vuelvo en el taxi de la memoria unos días atrás, y una sucesión de fiestas, días de calor y tramites se apodera de mi mente y me suelta, justo a tiempo para volver al blanco de la página. El chofer del taxi de la memoria me trae por el atajo del presente. Y me trae a la realidad, a la lucidez. Veo mi sombra proyectada en la pared. Es la de un tipo despeinado que escribe, de mala postura para sentarse. No totalmente falto de estado físico y reflejos.
la melancolía me envuelve, como un remolino de recuerdos, me devuelve a los tiempos en que viví tan desopilantes aventuras.
Naninga era el encargado de los Apetaisers aquella noche y cuando entraba la primera orden tenía unos treinta listos. Los flanes ya estaban enfriándose en la cámara de frío y teníamos varias decoraciones de toda forma y color a mano, en las mesadas de emplatado. Monéele, Adriana y Andrea nos ayudaban en ese momento con el fajinado de platos. Le habiamos dado unos amables besos a una hermosa flor de mariguana debajo de la campana y el extractor eyaculaba el exquisito, suave y dulce aroma de la mirepoix junto al delicioso aroma del cogollo maduro y azucares quemados. Todos trabajamos esa noche con un solo objetivo: la gloria. Nuestros bolsillos estaban llenos del dinero que Johny Barlycorn nos pagaba por semana y la habíamos pasado de lujo.
Así es como te lo enseñaban en el restaurante de Johny y así es como yo lo aprendí. Tu mejor capital siempre será ser mejor cocinero, no es una carrera, es una evolución que debe suceder todo el tiempo, la cocina es una intervención de la materia, también de los espacios y una música.
VIII
Cuando Johny me contó por primera vez la historia habíamos fumado y estábamos un poco borrachos, así que lo tomé con total naturalidad, con la naturalidad de estar compartiendo asuntos fabulosos, uno más de ellos. Sin embargo luego, con el transcurrir de los días, me fui dando cuenta de que tenía una buena historia entre las manos y solo tenía que negociar con mi incapacidad para contarla, pero lo importante era que tenía una buena historia entre las manos, y eso me daba la excusa perfecta para ponerme a escribir. Claro, yo sabía que con eso mi vida entrava una aventura alocada, de la que por el momento le era bien desconocido el final. Pero mi noviazgo con Andra se terminó y con el cientos de horas ocupadas en las banalidades del amor y la felicidad. Me lancé a la aventura. Fui a La Ciudad del Ocaso y conocí a Candela.
VIII
Hace tres días que el tiempo se detuvo en mí y me recliné sobre los días de televisión, mates y máquina de escribir. Hay algo en esta última parada fantástica que me hace volar más rápido que otras veces.
Debo concentrarme sin embargo, he ido perdiendo y soltando de a poco el relato, la historia escrita sobre el agua se desvanece. Candela me había contactado el verano anterior al que nos conociéramos por correo electrónico primero y luego por chat. Después de cruzar palabras románticas la relación epistolar se puso muy caliente.
Lo que sucedió esa mañana cuando Candela me abrió la puerta por primera vez fue la consumación de toda esa dulce fantasía. Yo había llevado algunos regalos y ella los abrió con inmensa felicidad, luego me tendio la mano y nos vesamos.
IX
Cuando viajé al pasado no sabía que las cosas iban a ser así. La Corporación de psiquiatría me vendió el boleto y yo tomé el tren.
Creía que había pasado por demasiadas complicaciones, pero si miro hacia atrás veo a un tipo tomándose las cosas demasiado a la ligera aun como para resolverlas. Simplemente estaba desocupado y la angustia de mi orgullo herido me dio temeridad, nada más. Yo me había preparado para las mejores aventuras, para los trabajos más duros, tenía que hacer algo con toda esa fuerza revolucionaria y vanguardista que había en mí. Y sobre todo debía resolver el asunto de combatir con los fantasmas de mi espíritu que provenían de ese más allá en el que se había convertido mi maldito pasado. Esos demonios que conspiraban permanentemente contra mi y mis objetivos de cocinar y escribir la historia. Había perdido mi ángel en medio de la aventura y debía rescatarlo.
Dejé a Candela ese día en el andén guiado por mi absoluta curiosidad por la verdadera realidad y tomé el maldito tren hacia mi libertad.
X
La toalla, el oscuro y manchado trapo mojado que envuelve la cara de Johny chorrea agua y sangre. Johny está medio muerto y colgado de las manos a una viga del techo. Ahora se ha desmallado, los ángeles cantan y la luz se abre para él.
Vine a trabajar al mar durante la temporada de verano, para juntar dinero y escapar del antro gastronómico de Ciudad Central. Anoche escuché por radio las noticias del golpe de estado en Ciudad Central y a la una de la mañana recibí la llamada de Jacobo Nowerman, recogí mis cosas y tomé el rápido de las 04:00, temiendo que fuera demasiado tarde.
En el puerto de Ciudad Central está esperándome la bella Monéele. me pregunto porqué siempre se la ve magnífica, aun en estas circunstancias. A veces sospecho que es una diosa en la tierra. Su presencia mejora mi estado de ánimo inmediatamente, me invita a subir a una coupé Mazda, me da un beso, y mientras me cuenta todas las novedades conduce velozmente a través de los ficticios oasis que le arrancan el calor y la luz del sol a la ruta de asfalto. A estas horas ya es un quilombo nacional, la noticia ya está en todos los medios.
Johny estaba en el techo del restaurante junto a sus cocineros disparando contra una columna que avanzaba a tomar casa de gobierno y tuvo que retirarse en dispersión cuando se hizo fuerte la balacera, en la retirada y a la carrera tuvo una mala caída y fue apresado. Monéele sabe que no tengo mucha práctica con armas de fuego, así que me pide que
esté al volante cuando ella y los otros entren a sacar a Johny, y me da algunas indicaciones de manejo mientras llegamos al Restaurante de Jacobo Nowerman.
Antes de bajar me da una pistola 22 cargada con seis balas y doce balas más en una caja junto con las indicaciones de como usar el seguro y como cargarla. Yo no sabía donde mierda poner el fierro que no fuera la guantera del conductor, así que lo puse ahí. Cuando me estoy acomodando en el asiento del conductor, salen Naninga y Passepartout que suben atrás y Adriana que se sienta a mi lado. Y detrás de ellos salen el underender y Jacobo Nowerman que subieron a una Kawasaki 600. Estaba también en la vereda David Rosenthal, que se iba a los tribunales en su viejo Dodge.
Fue fácil entrar, Passepartout, Adriana y Jacobo Nowerman tomaron de rehenes a los seis guardias que estaban adentro y Naninga y el underender apresaron al militar a cargo y a dos sargentos más.
El trapo que chorrea agua y sangre se hunde hacia adentro a la altura del hueco de la boca, se hunde y luego se infla como una media cereza, Johny despierta y aspira para llenar sus pulmones de aire y de vida otra vez, después de haber estado en la muerte, recuerda dónde está, está colgado de una viga, reconoce esa voz que lo llama, es la voz de Naninga.
salieron con Johny Barlycorn, que estaba picaneado y medio muerto. Monéele había sido la primera en llegar en moto y estuvo siempre en la calle, de campana. Adriana se puso en la falda a Barlycorn y nos fuimos al hospital. Estaban dando los primeros auxilios a Johny cuando empezaron a pasar por la televisión la noticia de que las fuerzas
anarquistas habían aplastado al golpe de Estado, eran las once y media de la mañana y el sol era un disco caliente y amarillo en el cielo celeste..
El viejo Barlycorn estaba mal. Pero se iba a salvar. Iba a tener que hacerse una dentadura nueva por lo pronto. Y el doctor nos recomendó varias veces, lo importante que era que no bebiera fuerte por un tiempo.
Por suerte el viejo es duro, los últimos treinta años se los ha pasado colgado de la barra y eso le salvó los brazos, sus músculos son tan fuertes como la madera de los grandes espinos del monte. Estuvo seis días en coma farmacológico y al séptimo empezó a comer puré. Los pasillos y la recepción del hospital pronto se acostumbraron a un montón de chicas que lo adoran, amigas y novias, que vienen a verlo y le hacen regalos y mimos.
XI
A estas horas podría estar en una fiesta en la casa de al lado, en algún bar en el centro, o lo mejor de todo, durmiendo. Pero no puedo despegarme de la puta pantalla con parlantes en la que escribo. Apenas tengo tiempo para fumar mal un pucho y tirar cenizas a mi alrrededor. Y lo cierto es que mañana me espera un largo día. Pero eso lo voy arreglar mañana. Es hora de escribir.
lunes, 17 de mayo de 2010
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